viernes, 26 de julio de 2013

Mons. Malfa: Tercera Catequesis - 26 de julio

"Ser Misioneros"

Por Mons. Carlos H. Malfa, Obispo de Chascomús


"Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos" (Mt 28, 19).
En esta catequesis recogemos el mensaje de Benedicto XVI para esta Jornada y que nuestro Papa Francisco ha hecho suyo.
En estos momentos Benedicto XVI estará con los brazos abiertos ante Dios orando por ustedes, por nosotros, esto nos hace mucho bien y desde aquí se lo agradecemos.
Su Mensaje comienza con la invitación a mirar el Cristo Redentor y a continuar su obra, sus brazos abiertos nos acogen y su corazón es el signo del inmenso amor que tiene por cada uno "Déjense atraer por El". "Vivan la experiencia del encuentro con Cristo" es la llamada y también el envío: "Sean ustedes el corazón y los brazos de Cristo, los nuevos misioneros.
La llamada misionera de Jesús a sus discípulos de todos los tiempos es tan viva hoy como hace dos mil años, atraviesa los siglos y tiene que resonar con fuerza en nuestros corazones, cuando estamos viviendo el Año de la Fe y la Iglesia de todo el mundo está comprometida en la Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana.

Ser misionero. "Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo, seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado" (Ap. 18.
Ser misionero significa seguir a Jesús, vivir a la escucha de su Palabra y en el encuentro con El descubrir que soy amado por Dios, de aquí nace no solo el deseo sino la necesidad de darlo a conocer a otros, guiados por el alma de la misión que es el Espíritu Santo derramado en nuestros corazones en el Bautismo y la Confirmación y que da la fuerza de "salir" de nosotros mismos hacia los demás y con alegría, entusiasmo y cercanía llevarlos al encuentro con Dios que es el Camino que Jesús abrió para todos con su muerte y resurrección.
Nunca olvidemos que el amor de Dios nos hace testigos.
El amor y sólo el amor colma el corazón y nos une más al Señor y a los hermanos, por eso el misionero nunca se aísla, camina y da fruto por la comunión que vivimos en la Iglesia, en esta comunión descubrimos la historia de nuestra fe, personal y eclesial, somos parte de una cadena ininterrumpida de hombres y mujeres que nos han transmitido la fe y cuentan con nosotros para que otros lo reciban: "La fe se fortalece dándola" (R.M. 2).
Benedicto lo sintetiza así: La evangelización parte siempre del encuentro con Cristo, el Señor. Quien ha hecho la experiencia de su amor, quiere compartir en seguida la belleza de este encuentro, que nace de esta amistad. Cuanto más conocemos a Cristo más queremos anunciarlo, cuanto más hablamos con El, más deseamos hablar de El. Cuanto más nos hemos dejado conquistar, más deseamos llevar a otros hacia El. Esto nos llama a conocer cada vez más lo que creemos: volver al Evangelio, al catecismo (you cat), al compendio de la Doctrina Social, al Concilio (Dice Benedicto XVI que tienen que conocer la fe como un especialista en informática conoce su ordenador, como un buen músico conoce su pieza musical).
Así en este cambio epocal de gigantescas transformaciones estamos arraigados en lo que nunca cambia: Cristo muerto y resucitado, Redentor del mundo, Cristo, Camino, Verdad y Vida. Este es el sorprendente y simplicísimo anuncio del que somos deudores respecto de nuestros hermanos: "¡El hombre es amado por Dios"!
Nuestra vida debe hacer resonar este anuncio: ¡Dios te ama, Cristo ha venido por ti, para ti Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida! (Jn 14, 6; Ch I, 34).
Así transmitirán los valores que nacen del Evangelio de Jesús y forman la conciencia, llenan el corazón, dan sentido a la vida y la orientan: La verdad y la libertad, la justicia y la vida, el amor y la paz, elementos esenciales de la novísima civilización del amor.

2. Espacios de la Misión. Con su entrega de amor en la cruz Jesús abrió el camino para que cada hombre y mujer pueda conocer a Dios y entrar en comunión con El y constituyó a la comunidad de la Iglesia para llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Sí, el Evangelio del Amor de Dios está destinado a todos los pueblos y a todos los ambientes de la vida: las familias, los barrios, los ambientes de estudio y de trabajo, los amigos y los lugares de ocio.
Benedicto XVI llama la atención sobre dos campos en el compromiso misionero de los jóvenes: a) el mundo de internet: sembrar allí los valores en los que se apoya la vida de ustedes (que están en sintonía casi espontánea con estos nuevos medios de comunicación, llenar de Jesús, de Evangelio este "continente digital". Hacerlo con sabiduría: evitando la dependencia, sin confundir el mundo real con el virtual, nunca sustituir el encuentro y el diálogo directo con los hermanos. b) la movilidad humana: Son cada vez más numerosos los jóvenes que viajan por estudio, trabajo o diversión, los movimientos migratorios: millones de personas que se trasladan por motivos sociales, económicos, políticos, religiosos. Allí también testimoniar la fe.

Otro mandato misionero. La parábola de Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) es una enseñanza de Jesús con el mandato de "ir" y "hacer": "Ve y haz tú lo mismo".
El "ir" es ponerse en camino (es el dinamismo de la misión) dirigirse a donde está la gente que se ve despojada, herida (lo que el Santo Padre Francisco define como las periferias existenciales), se trata de acercarse y enfrentarse con la realidad humana con la que nos encontramos.
El "hacer" tiene que ver con la conducta de quien se pone en acción inmediatamente ante la necesidad de la situación, no es el "hacer" porque no hay más remedio, desganado, es una "hacer" que brota de la compasión, de la misericordia abundante que se expresa en acciones… "Lo vio… se conmovió… se acercó y vendó sus heridas…. lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo" (Lc. 10, 33-34).
El Señor con lenguaje imperativo le dice al escriba que le había preguntado "¿quién es mi prójimo?": "Ve, anda", Jesús lo envía por los caminos del mundo y le confía una tarea: "haz, procede de la misma manera" en un actuar según el modelo propuesto: el samaritano, detenernos junto a cualquier "necesitado", no importa el nombre, la religión, la condición social, y ofrecerle lo que tenemos y somos.
El estilo de Jesús al anunciar el Evangelio del Reino de Dios es presentado en los Hechos de los Apóstoles como lo que Jesús "comenzó a hacer y a enseñar".
(Sacerdote: representante oficial de la religión; levita: pensador y practicante de la fe religiosa)
Dios se acerca al pobre hombre malherido oculto en un samaritano (considerado hereje por la religión oficial), lleno de compasión se abaja ante él, lo atiende, lo cuida hasta sacarlo del peligro.
El actuar del Samaritano revela la compasión de Dios, nos recuerda: "tuve hambre y me diste de comer, estuve enfermo y me visitaste…" (Mt 25).
Este es otro mandato misionero, el envío hacia todo sufrimiento humano en la misión de Dios que cuida de sus hijos con el lenguaje del Amor que inmediatamente une a Dios.
Jesús dijo: "Como el Padre me envió así los envío yo" (Jn. 20,21): "ámense como yo los he amado" (Jn.15, 12).
Los cristianos que obran así son creíbles, la Iglesia que obra así es creíble y despierta el deseo de conocer a Jesús.
"El Cristo contemplado y amado ahora nos invita una vez más a ponernos en camino" (NMI, 58).
Que Jesús Resucitado, el cual nos acompaña en nuestro camino, dejándose reconocer como a los discípulos de Emaús "al partir el pan" (Lc 24, 30) nos encuentre preparados para reconocer su rostro y correr hacia nuestros hermanos, para llevarles el gran anuncio: ¡"Hemos visto al Señor!" (Jn 20, 25).

Carlos H. Malfa
Obispo de Chascomús
Argentina


Preguntas para los jóvenes
¿Dónde descubrís que Jesús te necesita para anunciarlo?
¿Dónde se alimenta, "carga combustible" un discípulo misionero?
¿Cuál fue la sensación que viviste cuanto te tocó hablar de Jesús a tus amigos, compañeros o conocidos?


Homilía del 26 de julio
Lc 4, 18-19
Una contemplación sobre Jesús, su Persona, su obra Redentora, su Palabra nos revela que Jesús ha sido el primero y más grande evangelizador y lo ha sido hasta el final, lo que nos enseña que todo en nuestra vida es esencialmente evangelizador.
En el texto se nos presenta 3 realidades que se dieron en Jesús y que tienen que darse en nosotros si queremos de verdad ser evangelizadores: el Espíritu Santo, la Buena Noticia, los pobres.
El Espíritu Santo que consagra por la unción. Lo hemos recibido por el Bautismo y la Confirmación (Obispos-sacerdotes por el orden sagrado). Es el Espíritu de la Santidad, de la evangelización, de la palabra y el testimonio. "Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá y serán mis testigos" (Hech 1,8). Es el Espíritu que nos introduce en la Palabra que hemos de anunciar y en el corazón del hombre destinatario de nuestra evangelización.
La Buena Noticia: es la proclamación del Reino con sus exigencias de conversión, es el anuncio de la alegría de la salvación, de Jesucristo el Salvador, Camino, Verdad y Vida, muerto y resucitado, Jesucristo "crucificado: fuerza y sabiduría de Dios" (1Cor 1, 23-24).
Los pobres: (cautivos, ciegos, oprimidos) son los primeros destinatarios del Evangelio de Jesús porque son los más disponibles para recibir el don de la Buena Noticia y acoger en su corazón el Reino. Así se identificó Jesús ante los dos discípulos de Juan enviados para saber si era él quien había de venir o deberían esperar a otros: "Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los muertos resucitan, la Buena Noticia es anunciada a los pobres" (Lc 7 , 22)
El compromiso liberador de Jesús con los pobres y todos los que sufren es el signo más evidente de su misión evangelizadora y lo debe ser también para nosotros. Necesitamos una nueva efusión del Espíritu Santo que nos ayude a gustar la Palabra de Dios y nos dé la capacidad de ver y servir a Cristo en los pobres.
El Espíritu Santo, la Buena Noticia, los pobres: elementos esenciales de nuestra misión evangelizadora. Con María la Madre de Jesús. Amén.

Ser Misioneros – Id
Col 3, 12-17; Sal 21, (22) 26, 27 ab; 28 ab, 30c, 31, 32; Lc 4, 14-22a
Todos tenían los ojos fijos en El, también nosotros siempre tengamos los ojos fijos en El que la página evangélica nos presenta como el Enviado de Dios, el ungido, el lleno del Espíritu Santo, como el enviado a los pobres, a los cautivos, a los oprimidos.
A los cautivos y oprimidos: la libertad; a los ciegos: la luz; a los pobres: la buena noticia, a todos el acceso a una verdad evangélica que libera e ilumina, para curarnos a todos de nuestra ceguera y prisión espiritual por el anuncio y la manifestación del Amor de Dios por nosotros que es El.
San Lucas nos dice que Jesucristo es el cumplimiento de todas las promesas de Dios, que posee en plenitud el Espíritu Santo para comunicarlo a la humanidad entera. Jesús ungido y enviado dice: "esta Escritura se ha cumplido hoy", la Palabra de Jesús se cumple de nuevo cada vez que alguien la escucha y la pone en práctica, el "hoy" de Jesús se prolonga en la Iglesia, somos ungidos y enviados.
"Te damos gracias Jesús porque anunciaste la buena noticia a los pobres y nos trajiste la verdadera libertad y ahora nos llenas de tu Espíritu para enviarnos a evangelizar".
El Señor Resucitado envió al Espíritu Santo a sus discípulos reunidos con María en el cenáculo, por la fuerza de ese Espíritu, Pedro y los demás Apóstoles fueron a predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra y en cada época y en cada lengua la Iglesia continúa proclamando en todo el mundo invitando a todos los pueblos a la fe, a la vida nueva en Cristo.
Esta Jornada Mundial de la Juventud que congrega a jóvenes de "todas las naciones de la tierra" (Hech 2, 5) es como un nuevo Cenáculo sobre el que está descendiendo el fuego del amor de Dios, para unirnos cada vez más al Señor y a la Iglesia y enviarnos, como la nueva generación de Apóstoles, a llevar a Cristo al mundo.
El Espíritu Santo lo recibimos en la vida nueva del Bautismo y Confirmación y ahora desciende en esta Eucaristía no solo para transformar nuestros dones de pan y vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor, sino también para transformar nuestras vidas y hacer de nosotros discípulos y misioneros.
Recibamos esta fuerza, la gracia del Espíritu Santo como puro don del amor de Dios derramado en nuestros corazones por esta fuerza que viene de lo alto y nos envía a ser sal y luz para nuestro mundo, como dice San Lucas en la página evangélica Jesús es el
cumplimiento de todas las promesas de Dios y el Mesías que posee en plenitud el Espíritu Santo para comunicarlo a la entera humanidad y que ofrece de nuevo la vista al ciego, libera a los oprimidos, evangeliza a los pobres.
Ustedes, como la nueva generación de cristianos, salen del Cenáculo llenos del Espíritu y entran en el mundo para servir a la construcción de una nueva sociedad en la que el amor sea puro, fiel, abierto a los otros, respetuoso de la dignidad, un amor que promueva su bien e irradie alegría y belleza; en la que la vida sea acogida, respetada y cuidada amorosamente, a todos se revele su dignidad de hombres y mujeres creados a imagen y semejanza de Dios llamados a vivir en la verdad y el amor aquí y para toda la eternidad.
Ungidos por el Espíritu y enviados continuemos proclamando al Señor Resucitado y atrayendo hacia El a cada corazón. Amén.
Nos acompaña María.

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