viernes, 26 de julio de 2013

Mons. Malfa: Segunda Catequesis - 25 de Julio

"Ser discípulos de Cristo"
Por Mons. Calos H. Malfa, Obispo de Chascomús



Experimentamos la presencia y la cercanía del Santo Padre entre nosotros! En esta tierra bendita que nos acoge tuvo lugar hace pocos años un gran acontecimiento en Aparecida: fue la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. En mayo del 2007, el Papa Benedicto llegó también a Brasil para inaugurar este paso del Espíritu por nuestra tierras. Uno de los Obispos que participó y mucho tuvo que ver en la redacción del documento final, fue quien hoy es Obispo de Roma y Sucesor de San Pedro, sí, el Papa Francisco que en nombre de Jesús viene a presidir esta JMJ, como primer servidor de la Iglesia y de la humanidad.
La Conferencia de Aparecida tenía como lema: "Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en El tengan vida" (Jn 14,6).
En el Discurso inaugural el Papa Benedicto decía: "Discipulado y misión son como dos caras de la misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo él nos salva (cf. Hech 4,12). En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro".
Nuestra identidad como cristianos es un único llamado de Dios que nos ama y al llamarnos a cada uno en un mismo acto nos entrega nuestro nombre y nuestra misión en la vida. Es bueno que puedan acercarse al Documento de Aparecida siguiendo los cuatro ejes que constituyen el documento: discípulos-misioneros-para que tengan vida-nuestros pueblos.
En cuanto a ser discípulos nos preguntamos ¿por qué somos discípulos? ¿De Quien somos discípulos? ¿Cómo ser discípulos?

1.- ¿Por qué somos discípulos?
Dice Aparecida (240): "la experiencia bautismal es el punto de inicio de toda espiritualidad cristiana que se funda en la Trinidad" (unidad y comunión inseparable que nos permite superar el egoísmo para servir al otro). Nuestra identidad más profunda tiene raíces en la fe trinitaria en cuyo nombre fuimos bautizados y con el bautismo entramos en la escuela de Jesús, en el bautismo se nos dio la vida que no termina nunca, la Vida de Dios en nosotros, la Vida Eterna. ¿Celebran el día del bautismo?
Un día nos llegará la visita de la hermana muerte como la llamaba San Francisco de Asís, la verdad de nuestro bautismo nos hace mirar la muerte física como un paso hacia la plenitud de la Vida en la Casa del Padre (Jn14, 2-3). Esta es novedad absoluta que nos da la fe: la muerte no es el final, en Cristo la muerte ha sido vencida (1Col 15,54).
Somos discípulos porque Dios ha querido compartir su Vida con nosotros, el Papa Francisco lo enseñaba así: "Dios nos acompaña. Dios nos llama por nuestro nombre.
Dios nos promete una descendencia. Y esto es un poco la seguridad del cristiano. No es una casualidad ¡es una llamada! Una llamada que nos hace ir hacia adelante. Ser cristiano es una llamada de amor, de amistad, una llamada a convertirse en hijo de Dios, hermano de Jesús, a volverme fecundo en la transmisión a los otros de esta llamada, a convertirme en instrumento de esta llamada. Hay tantos problemas, tantos problemas, hay momentos difíciles: ¡Jesús pasó tantos! Pero siempre con aquella seguridad: el Señor me ha llamado. El Señor es como yo. El Señor me ha prometido." (Misa Santa Marta, 25 de Junio).
Somos discípulos porque nuestra mirada se fija en Jesucristo "que inició y completa nuestra fe" (Hb12,2), porque acogemos la fe que nos fue transmitida, en la historia eclesial y personal de nuestra fe que ha tenido testigos fieles, por el testimonio de María que "Feliz porque creyó" se hizo discípula de su Hijo, somos discípulos porque nos dejamos enseñar por los apóstoles que fieles al mandato de Jesús llevaron el Evangelio a toda criatura (Mc 16,15), somos discípulos por la fe de los mártires que dieron el supremo testimonio, tantos ejemplos que nos iluminan de hombres y mujeres que se dejaron guiar por la gracia de Dios y que hemos conocido (porta Fide 13).
Somos discípulos porque nos dejamos guiar por la Gracia de Dios y podemos exclamar con San Pablo "Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo" (1Cor 15,10).
2.- ¿De Quién somos discípulos?
Somos discípulos del Señor que nos ha llamado: "No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes" (Jn 15,16). Debemos cada día hacer memoria y redescubrir el propio Bautismo para hacer crecer y madurar nuestra identidad cristiana. Benedicto XVI nos decía en su primera carta encíclica Deus Caritas Est: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" (Deus Caritas Est 1).
Sí comenzamos a ser cristiano por el encuentro con Jesucristo, el Amor encarnado, el Dios hecho hombre y vivimos la Vida de Dios que recibimos en el Bautismo, el Señor nos sale al encuentro en el camino de la vida como a los discípulos de Emaús. Somos discípulos –nunca aislados, sino en la comunidad de los creyentes que es la Iglesia.

3.- ¿Cómo somos discípulos?
No poniéndole condiciones para seguirlo (déjame ir a enterrar-despedirme de los míos), no reservarnos nada, confiar ilimitadamente en El porque "Dios lo da todo y no quita nada". Viviendo un camino de conversión: reconocer el pecado, recibir el perdón en el Sacramento – reparar el mal mediante obras de caridad.
El modo de ser discípulos es dejarse guiar por la Gracia de Dios, conducir por el Espíritu. No podemos ser discípulos sin la Gracia de Dios: Palabra de Dios, oración, sacramentos, adoración eucarística, testimonio de amor fraterno y servicio a los más pobres nos van transformando a imagen del Maestro.
Siguiendo el camino que nos propone Aparecida podemos decir que:
Encontramos diariamente a Jesús en la Sagrada Escritura. Que en la comunión con la iglesia y su magisterio nos permite la mediación del encuentro con el Señor ejercitando la lectio Divina. Entrando en la lectura orante y dejándose conducir por el encuentro con Jesús- Maestro (248).
Encontramos a Jesucristo, de forma más admirable, en la Sagrada Liturgia. Porque ahí celebramos el misterio Pascual y en ella experimentamos la Vida nueva que se nos ofrece. Dentro de ella, el modo más sublime es la eucaristía, que el día domingo vive junto a toda la comunidad de creyente su máxima expresión de Fe (250-253).
Encontramos a Jesucristo en el sacramento de la reconciliación haciendo experiencia de la misericordia y la compasión hacia cada uno y nos hace sentir el amor que es más fuerte que el pecado (254).
La oración personal y comunitaria, sumada a la Palabra y la Eucaristía, es otro "espacio" donde vivimos la amistad con Jesucristo. Se convierte en oración diaria ya que se manifiesta la primacía de la Gracia. Dejando al Espíritu Santo que nos ayude a rezar y a vivir el encuentro con Jesús elevando nuestra plegaria al Padre (255).
La comunidad viva, sobre todo la parroquial, es la que nos permite experimentar el mandato del Señor: "Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos"(Mt 18,20) Es fundamental que recordemos que nuestra fe se alimenta de manera comunitaria. Sobre esto es bueno recordar el proceso que viven nuestras parroquias. Ahí se conjugan muchos modos de manifestar la misma fe. Son instancias de verdadera experiencia común, ya que somos llamados a vivir la comunión con personas diferentes y con estilos diversos. Esto hace que la experiencia parroquial sea constantemente llamada a la conversión, porque si no refleja un modelo de comunión y participación es porque necesita ser re-pensada. Con nosotros, discípulos, ya que somos parte de ella y por lo tanto responsables también (256).
Hay un modo donde lo encontramos de manera especial, en los pobres, afligidos y enfermos (Mt 25, 37-40). Son ellos quienes forman parte constitutiva de nuestra fe y en quienes constantemente nos debemos reflejar para hacer nuestro examen de conciencia diario. El seguir a Jesús nos hace amigos de los pobres y solidarios con su destino (257). En el reconocimiento de esta Presencia y cercanía, en la defensa de los derechos de los excluidos se juega la Fidelidad de la Iglesia a Jesucristo.
Así el señor nos ayuda a recordar el origen, el camino, la misión y el fin de nuestras vidas: "Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en El tengan vida" (Jn, 14,6).

Carlos H. Malfa
Obispo de Chascomús
Argentina


Preguntas para los jóvenes
¿Conocés la fecha de tu Bautismo? ¿Qué sabés de tu Bautismo?
Hablar del Bautismo ¿Qué significa para vos?
¿Cómo definirías a un discípulo con tus palabras?


Homilía 25 de julio
Santiago Apóstol (discípulo de Cristo)
2 Cor 4, 7-15; Sal 125 (126) 1-2ab, 2cd-3, 4-5,6; Mt 20, 20-28

Tu IV Jornada Mundial de la Juventud en Santiago de Compostela
Nuevo, más maduro y más profundo descubrimiento de Cristo como Camino, Verdad y Vida. ¿Han descubierto ya a Cristo, que es el Camino?
Celebrar a un Apóstol nos une a Cristo, no da la garantía de que aquello en lo que creemos es el mensaje originario de Cristo, predicado por los Apóstoles y confirma nuestro ser Iglesia, la pertenencia a la Iglesia apostólica, como una cadena ininterrumpida de veinte siglos en que la Iglesia es el lugar de la fe y de la transmisión de la fe. "Creer es un acto eclesial" (CIC), nuestra fe es personal y comunitaria, es mi fe solo si se vive y se mueve en el "nosotros" de la fe común de la única Iglesia de Jesús y es en la comunidad eclesial donde la fe personal crece y madura.
Cuando hay una tendencia a relegar la fe al intimismo o privacidad, cuando un individualismo nos hace frágiles, el relativismo nos dice que todo da lo mismo, que no hay ninguna verdad generando confusión e inestabilidad, cuando el laicismo quiere apartar a Dios de la vida de las personas y de la sociedad, la conciencia de ser la Iglesia de Jesús, el Pueblo de Dios nos descubre nuestras raíces y nos da alas para la vida, porque fortalece la fe que se nos ha transmitido desde los apóstoles: Poner a Cristo, el Hijo de Dios en el centro de nuestra vida, y que seguir a Jesús es caminar con El en la comunión de la Iglesia. Si queremos seguir a Jesús en solitario, ceder a la tentación de ir "por su cuenta", o vivir la fe con una mentalidad, individualista que predomina en la sociedad, se corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de seguir una imagen falsa de Él.
Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos y que tu fe sirva de apoyo para la de otros. Caminar siempre con la Iglesia, que está viva, es joven, siempre se renueva, vive del Señor que le da vida, alimento y fortaleza. Amen a la Iglesia, y vivan con alegría la inserción en las parroquias, comunidades, movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la oración y meditación de la Palabra de Dios, la cercanía al sacramento del perdón. De aquí nace el impulso que lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso donde hay rechazo e indiferencia, a comunicar la alegría de la fe.
Los apóstoles dieron testimonio de la vida, muerte y resurrección de Jesús, nos toca hoy seguir con su ejemplo, nos dicen los Obispos en Aparecida: "Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo, seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado" (Ap. 18).

Así podremos como Pablo, que en medio de tribulaciones, naufragios y soledades nos dice: "Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que esa fuerza extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros" (2 Cor. 4, 7).
Jesús nos invita a seguirlo, a vivir como Él que en la humildad sigue la voluntad del Padre y dice que ha venido para servir y dar la vida. Servir a los hermanos es esencial en el ser discípulos de Jesús, un servicio que hace presente el amor de Dios a todos.
Jesús propone un nuevo modo de relacionarse basado en la lógica del amor y del servicio.
Jesús se dirige también a los "jefes de los pueblos" porque donde no hay entrega por los demás surgen formas de prepotencia, explotación y autoritarismo que no dejan espacio para una auténtica promoción humana integral.
Jesús nos indica el camino para que renunciando a un modo de pensar egoísta y asumiendo el de Él vivamos en plenitud, seamos felices, sembremos esperanza.
"El que quiera ser grande que se haga servidor" (Mc. 10,43), este es el criterio nuevo al que tenemos que conformar nuestra vida, el criterio del mundo es el éxito, el del Evangelio es dar fruto.
Cristo es el servidor de la Redención humana y a este servicio somos llamados.
En el Reino de Dios lo importante no es tener un puesto de honor sino seguir a Jesús en su camino de entrega y de servicio a los más necesitados.
Interceda el apóstol Santiago y nos acompañe María. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario